El árbol fue el primer refugio del hombre, fue nuestra primera casa, en una rama seguramente alguno de nuestro ancestros se refugió de la lluvia o de algún depredador hace millones de años. Cuando nos convertimos en sociedades prosperas fue gracias a la agricultura de plantas y árboles.
Se ha comprobado que un gran porcentaje de árboles (casi el 80%) que se siembran por parte de los ayuntamientos en áreas verdes municipales tienden a morir a los pocos años de ser colocados en tierra y esto se debe a que el cuidado que se les debe procurar sobre todo en la parte a la que el riego concierne se abandona.
El la Fundación Impulso nos dimos cuenta que mediante la adopción ciudadana lográbamos revertir este proceso y lo hicimos comprometiendo a las familias a que nos solicitaban árboles para embellecer sus espacios verdes, la fundación llevaba los árboles y ellos se encargaban de hacer los hoyos en la tierra y de regarlos con un vaso de agua al día o una cubeta de agua a la semana.
Se les hace conscientes a los niños y jóvenes de que el árbol que siembran en ese momento será un legado y lo más importante encapsula el momento con los seres queridos y al paso de los años verán en ese árbol a sus padres, hermanos o amigos. Esto fortalece el tejido social.
El sembrar un árbol rompe el ritmo egoísta de la vida del hombre moderno, ya que un árbol que se siembra dará sombra disfrutable por otras personas y el oxígeno que produzca circulará por todo el planeta y será aprovechado por humanos y animales sin distinción.
Hemos sembrado como Fundación alrededor de 30,000 árboles que llevan detrás a una familia que les riega y cuida. Con esto nos damos cuenta de que las personas quieren ser organizadas de manera productiva y no de manera dependiente, el hecho de sentirse a la par de las autoridades al realizar acciones que antes se consideraban menesteres exclusivos del gobierno le da un sano empoderamiento al ciudadano
Sembrando árboles en lotes baldíos (que eran áreas verdes solo de nombre) logramos motivar a los ayuntamientos para llevar alumbrado, banquetas y juegos. Es fabuloso ver como se convierte un simple árbol en el epicentro de transformación urbana, utilizando la dosis correcta de ideología.
Los árboles sembrados por un hombre, rebasarán por su propia naturaleza el tiempo de vida humana, y con los años, serán monumentos vivientes que nos recordarán la gran alianza Humano – Árbol.